Simon Marechal es un asesino a sueldo con los días contados. Pero el desahucio por una enfermedad incurable no puede ser un obstáculo para un profesional como él. Aún tiene un trabajo que cerrar en el sur de Francia. Como las fuerzas le van abandonando decide hacerse con los servicios de un cándido joven al que conoce casualmente para que le sirva de chófer. Sin embargo, la ingenuidad de Bernard provocará no pocos problemas al asesino. Por si fuera poco el último encargo se va torciendo mientras la enfermedad avanza. ¿Será posible dejar todos los asuntos atados y bien atados?
La novela comienza por el final. Normal, el tema de la novela es la vida humana, el peso de la certidumbre de la muerte en el ser humano. Así que es normal que la novela sea un bucle. Cada personaje representa un estadio de las edades, pero también un talante para resistir en el valle de lágrimas. Simon Marechall ha aceptado ya su muerte y se ha desapegado del todo de la vida, aunque resulta un poco chocante su necesidad de dejar todos sus asuntos resueltos ¿tal vez sentir que es él el que controla el flujo vital de su entorno? Bernard es una explosión de vida, todo le sorprende desde su ingenuidad y sus ansias de conocimiento. Él, como Simon, quiere que el mundo esté ordenado y se cumplan sus reglas, pero en su caso es para disfrutar de las maravillas de la vida. El resto de los personajes completa la feria: desde el bebé todavía despertando a la experiencia vital que Bernard recoge en la carretera, hasta la madre del joven, que también espera la muerte, pero de una manera muy diferente a la del asesino Simon, ella deja que se acerque, Simon la va a buscar con todas las consecuencias.
Una novelita ágil, condensada, apenas un puñado de anécdotas descritas sin afectación. Un ritmo mantenido para describir las vidas de estos don nadie que somos todos. ¿Qué tal el dolor? es el saludo matinal entre algunos pueblos africanos.
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