Benjamin Black: Pecado

Benjamin Black: Pecado. Barcelona: RBA, 2017. 296 páginas. Traducción del inglés (UK) de Miguel Temprano García. Título original: Snow.


El invierno de 1957 es especialmente duro en Irlanda. Mucho frío, mucha nieve y un asesinato truculento. Al joven inspector St. John Strafford le han encomendado la pesquisa de la muerte del sacerdote Tom Lawless. Su cadáver ha aparecido apuñalado y emasculado en Ballyglass House, la casa de campo del coronel Osborne. Ninguno de los presentes en la casa la noche del crimen: el propio coronel, sus hijos Dominic -estudiante de medicina- y Lettie -una adolescente buscando su sitio- su segunda mujer, Sylvia -hipocondriaca y un pelín desequilibrada- y el ama de llaves, Sadie Duffy, se enteró de nada.
El inspector Strafford es una rara avis entre la policía irlandesa de los años cincuenta: no fuma, no bebe y, por si fueran pocas extravagancias, es protestante. Él y su ayudante, el oficial Ambrose Jenkins cuentan con todo el apoyo lejano del comisario jefe Hackett. Los ha enviado sabiendo que será difícil que salga a la luz información sobre un cura católico, seguro que las autoridades eclesiásticas tratarán de poner trabas a la investigación. Pero Strafford es un hombre íntegro y un buen policía. Ni las presiones del arzobispo McQuaid ni el esnobismo y el clasismo rural le harán renunciar a la investigación.
El inspector y su ayudante comienzan por interrogar a la familia Osborne y a sus allegados. El mozo de cuadra Fonsey Welch, un joven bastardo, medio humano, medio caballo, más preocupado por el bosque y sus animales que por las relaciones humanas es el primero en ser entrevistado. Le sigue la hermana del padre Tom, gracias a ella descubre que el padre del cura era el principal verdugo de la fuerza armada de Michael Collins y que ambos eran muy parecidos, aunque mantenían una extraña y distante relación. A continuación va conociendo al resto de los actores de este teatrillo rural: el doctor alemán Hafner, médico personal de la señora Osborne a la que suministra cuanto necesita y por la que parece acampado en Ballyglass House. Y al hermano tarambana de la propia señora Osborne, Freddie Harbison, más preocupado por los pura sangre y el whisky que por el destino de su familia.
Strafford se aloja en la helada taberna Gavilla de Cebada, regentada por el matrimonio Reck, en la que consigue información para comprender las relaciones entre los habitantes de la región. Es allí donde le previenen sobre las fuerzas policiales de la zona: el sheriff de Deadwood, Dan Radford, que padece una gripe inacabable, parece ser más bien un borracho arrasado por el suicidio de su único hijo adolescente.
No le quedará más remedio que recurrir al sheriff cuando la desaparición sin aviso de su ayudante, el oficial Jenkins, comienza a ser alarmante. Ahora que conoce mejor el ambiente de esta parte de Irlanda, Strafford está convencido de que el oficial ha averiguado algo y de que está en peligro de muerte: debajo de los apacibles modos de los lugareños parece haber una serie de secretos y odios capaces de desatar mucha violencia. Encontrar a Jenkins será resolver el caso, otra cosa es si la información saldrá a la luz.


No es está la novela que más me ha gustado de John Banville escribiendo bajo el seudónimo de Benjamin Black, pero están todas las virtudes habituales de su trabajo.
Black propone siempre un problema moral. Enfrenta a sus personajes con las formas sociales que les rodean, con la hipocresía y con las argucias del poder. La moral de la sociedad es una creación que responde a los intereses de la autoridad y que acaba siendo aceptada por la mayoría. Los protagonistas de Black se encuentran incómodos ante estas normas y viven entre el nihilismo y la melancolía.
Para que el lector comparta esta desafección ante estas dobleces sociales Black ha optado por situar temporalmente la acción en los años 50. Es fácil comprender la indiferencia o rechazo de Strafford y otros personajes ante situaciones que hoy rechazamos de entrada, como la influencia cotidiana de la iglesia católica y su capacidad para tapar sus crímenes como pecados, o como el clasismo implacable que construye mundos casi paralelos con contactos estériles o destructivos. Si aquellas formas nos llaman ahora la atención por ser caprichosas, crueles y dirigidas por el poder, Black parece indicar que debemos estar alerta con las que rigen nuestros días. Tal vez sólo haya diferencias superficiales.
Y Black es un maestro en crear estos climas a partir de pequeños detalles, de descripciones pormenorizadas de pequeños objetos ahora desaparecidos, pormenores ambientales de la cotidianeidad muy diferentes a los del presente y que eran esenciales hace sesenta años. Una capacidad de observación remota impresionante y muy eficaz. Tan eficiente como su creación de personajes a partir de tenues rasgos físicos, de indumentaria, de gestos propios y tics de cada actor.
Black resuelve el misterio de su Pecado añadiendo dos capítulos finales, el primero antecede en diez años a la investigación del crimen y describe la personalidad del asesinado y sus secretos. El segundo se sitúa diez años después de la acción principal y reúne a dos de los principales personajes del relato para cerrar la novela y apoyar esa magnífica expresión: el pasado es un país extraño.
Solvencia en este cuento que juega con los métodos de Agatha Christie y del Detection Club, pocos personajes y todos sospechosos: descubrir los secretos de su pasado será el método para resolver el enigma criminal. Pero, desde luego, este Pecado es mucho más morboso y acusador.





Benjamin Black (a.) John Banville Wexford (Irlanda), 1945. Con el alias de Benjamin BlackJohn Banville ha escrito su producción policíaca. Se compone básicamente de los títulos protagonizados por el forense de la justicia de Dublín, Quirke. La primera entrega apareció en 2006, El secreto de Christine. El secret de Christine Falls (Christine Falls), a la que siguieron El otro nombre de Laura. L'altre nom de Laura (The Silver Swan)En busca de April. A la recerca d'April (Elegy for April)Muerte en verano. Mort a l'estiu (A Death In Summer), Venganza. Venjança (Vengeance), Órdenes sagradas. Ordres sagrades (Holy Orders) y Las sombras de Quirke. Fins i tot els morts (Even the Dead). 

Además en 2008 publicó El Lémur (The Lemur), cuya acción transcurre en Nueva York de la mano del reportero John Glass. A petición de los herederos de Raymond Chandler recreó la figura de Philip Marlowe en La rubia de los ojos negros. La rossa dels ulls negres (The Black-Eyed Blonde). Todas ellas han sido publicadas en castellano por Alfaguara y en catalán por Bromera excepto Pecado (Snow) publicada por RBA y ganadora del Premio RBA de Novela Policíaca 2017.

Jane Harper: Años de sequía

Jane Harper: Años de sequía. Barcelona: Salamandra, 2017. 364 páginas. Traducción del inglés (Australia) de Maia Figueroa. Título original: The Dry. Sidney: Macmillan, 2016.


Aaron Falk ha vuelto después de veinte años a Kiewarra. Kiewarra, un pueblo del inmenso interior de Australia dedicado a la cría de ganado ovino y otras explotaciones agropecuarias extensivas. O al menos eso es lo que les permitía vivir hasta que hace unos años El Niño agostó los capos, secó los ríos y convirtió todo el paisaje en un leñero abrasado en el que las ovejas sólo sobreviven por los créditos y las escasas subvenciones.
Aaron Falk no ha vuelto para ver cómo les va a sus antiguos vecinos. Prefiere que no se acuerden de él. Ha venido porque su amigo de juventud, Luke Hadler, se ha descerrajado un escopetazo en la boca después de haber asesinado a su mujer, Karen, y a su hijo de seis años Billy. Sólo se ha librado la bebé, Charlotte.

Aaron Falk sólo tiene intención de quedarse para el funeral, pero los padres de Luke Hadler saben que es policía en Melbourne (de finanzas) y apelan a su fraternidad con Luke para que investigue un par de extrañas circunstancias que no encajan con el carácter de su hijo.
Aaron y Luke fueron muy amigos durante su juventud. Hasta el punto de que mintieron para cubrirse mutuamente cuando se descubrió hace muchos años el cadáver de otra de las amigas inseparables: Elli Dow. En realidad eran una pandilla de cuatro: Luke, Elli, Aaron y Gretchen Schoner. Luke era el que siempre tenía la última palabra y el más ocurrente, Elli la que parecía tener más problemas, la más inteligente, Gretchen una muchacha preciosa y despierta que no acababa de encajar con al gente de su edad y Aaron un solitario desnortado.
Cuando Elli apareció flotando en el río encontraron una nota entre sus cosas en la que aparecía la fecha de su muerte y una palabra: "Falk". El salvaje padre de Elli, Deacon Dow, y su sobrino Grant (otro gigante violento) habrían acabado con Aaron Falk y su padre si no hubiera sido porque Luke Hadler aseguró que estaba con él ese día. Los Falk tuvieron que huir pero aún así sabe que algo debe a Luke Hadler.

Aaron Falk y el sargento de la policía local Greg Raco descubren unas cuantas incoherencias en las escenas de los crímenes y se convencen de que Luke Hadler no acabó con su mujer y su hijo.
Hay tantas pistas abiertas que resulta difícil avanzar. Muchos sospechosos pero todos con coartadas. El ambiente en el pueblo en crisis no es el más propicio para que los ciudadanos colaboren en la investigación. Y todo se complica cuando Aaron es reconocido por el resto de los habitantes de Kiewarra y comienzan a acosarle por la muerte de Elli.
Parece que la solución está en apoyarse en la gente venida de fuera del pueblo, como el director del colegio de Kiewarra, Scott Whitlam, en donde Karen Hadler trabajaba de contable y que parece uno de los pocos dispuestos a ayudarles. Necesitan descubrir al asesino con urgencia, antes que los de Kiewarra se despedacen entre ellos o se tomen la justicia por su mano por los crímenes del presente y del pasado.


Jane Harper ha decidido narrar este western australiano en torno a dos crímenes con veinte años de diferencia que tienen causas comunes: tapar pecados que denotan la debilidad de los pecadores. La acción presente y la pasada se intercalan con plena coherencia ya que esta influye sobre aquella. Harper ha decidido que un narrador siga la pesquisa de Aaron Falk y, por otro lado, una voz objetiva vaya desgranando lo hechos tal como sucedieron en el pasado y en los momentos justo anteriores a la masacre de la familia Hadler. Dos tiempos y dos aproximaciones a la trama que avanzan en perfecta conjunción para aumentar el suspense.
Harper presta especial atención a la transformación de sus personajes a lo largo del tiempo (veinte años de diferencia entre las acciones) remarcando cómo ha influido en ellos todo lo que tuvo que ver con la muerte de Elli Dow y mostrando que las cosas pueden ser de una manera muy diferente a como nosotros las interpretamos cuando somos actores.
Una novela morbosa en la que la ignorancia, la violencia y el ansia de poder y de poseer personas y cosas mueven a unos soberbios personajes perfectamente posibles. ¿Qué es peor la debilidad humana o la necesidad de ocultarla a los demás para parecer fuerte? Harper habla de una tierra exigente que no permite seres pusilánimes. La sequedad abrasada de Kiewarra es la metáfora de la dificultad de que los personajes tiene para expresar sus sentimientos.


Jane Harper, Manchester (UK), se trasladó a los ocho años a Australia. Estudió inglés e historia en las universidad de Kent. Tras licenciarse trabajó como periodista en varios periódicos del Reino Unido y de Australia.
Años de sequía, The Dry, es su primera novela, por la que ha recibido varios premios.



Carlos Zanón: Taxi

Carlos Zanón: Taxi. Barcelona: Salamandra, 2017. 364 págs.

Sandino llaman a Jose, taxista de Barcelona. Sandino ha encontrado en el taxi la manera de estar siempre en marcha. De no estar anclado, aunque recorra siempre las mismas calles. A Sandino le gusta que le cuenten historias sean los clientes, o los libros, o la música.
Sandino tiene una pareja estable en forma de mujer a la que no hace ni caso. Sabe que tiene una conversación de ruptura pendiente con Lola. Pero a Sandino le horroriza el compromiso y la ruptura, huye sin rumbo en su taxi. Sin rumbo, pero de amante en amante. Ya les digo que a Sandino no le gusta anclarse.
De vez en cuando sube al Olimpo a por un café o una copa. Héctor es el amo del Olimpo, un exmosso al que es mejor tener como amigo, y que ahora subsiste con el bar y con el menudeo de droga. Sandino se siente atraído al bar por el recuerdo de Verónica, uno de los (muchos) grandes amores de su vida. Verónica abandonó a Sandino y a su marido cuando no pudo aguantar más la tensión de la doble relación. Su marido era Héctor, el exmosso peligroso.

Sandino tiene un transporte fijo, cada día lleva a las dos niñas, Valeria y Regina,  de una familia pija del opulento barrio de Viladrau al colegio. Sandino, cómo no, se ha enamorado -o algo así- de la madre, Nat. Necesita enrollarse para apaciguar la comezón insoportable.

Sandino no tiene muchos amigos entre los taxistas. Sería más correcto que sólo tiene una, Sofía, cuya sabiduría proviene de su asexualidad declarada. Desde luego no demuestra mucha inteligencia cuando se queda con el alijo de pastis y pasta que unos tipos que han pasado a mejor vida se dejaron en su taxi. A los dueños del cargamento no les cuadra eso de que ha llevado a los mossos el hallazgo. Quieren que se les devuelva hasta el último euro y hasta la última pastilla.
A Sandino no le queda más remedio que echarle una mano en la arriesgada misión de convencer a los traficantes. Cuenta para ello con la alucinada presencia de Jesús, un extraño sujeto fuera de la realidad al que ha conocido intentando resucitar al hijo muerto de una anciana. Con eso, con su conocimiento de las calles y con su arrojo -que crece en contacto con unas cuantas sustancias químicas que Sandino conoce bien-.
Sandino cree que lo mejor es que Sofía desaparezca de Barcelona haciendo de choferesa del hermano pequeño de su amigo Ahmed. Tiene que pasar discretamente la frontera hacia Francia. Él se quedará en la ciudad resolvéndolo todo.

No va a ser fácil moverse con agilidad por el mundo nocturno de la droga barcelonés. Pero Sandino tiene un plan: liarlo todo para que del caos se reestablezca el orden. Pero ya se sabe que las catástrofes pueden arrastrar a involuntarias víctimas. Va a tener que que sobrevivir a una tremenda tempestad antes de arribar a salvo.



Le interesa a Carlos Zanón descubrir cómo sus personajes interpretan la realidad que les rodea a partir de sus referencias culturales. Construye en cada novela, en cada cuento, una mitología a partir de música rock, de literatura, de películas clásicas de Hollywood, de bares nocturnos y otros antros, de estupefacientes y alcohol. Estas son las herramientas con las que los protagonistas se explican la vida. En Taxi, además, Zanón hace un guiño a la mitología grecorromana y bautiza personajes y lugares con nombres como Olimpo, Héctor, Sofía... Junto a ellos múltiples referencias musicales, destacando, claro, el tributo a Sandinista! de The Clash: los siete días que estructuran la novela vienen divididos en capítulos nombrados con los títulos de las canciones de aquel disco. Y también referencias a tebeos y a multitud de genios de la literatura: Cheever, Manchette, Delillo...

Una semana necesita Zanón para referir el periplo del taxista Sandino, un navegante sin puerto aquejado de insatisfacción. No consigue calmar su ansiedad afectiva ni vital. Tampoco es capaz de expresar sus sentimientos ni sus necesidades. Parece aquejado de donjuanismo y es un adolescente entrado en años que cree que el próximo amor será el gran amor que acabe con su zozobra. Vaga por la Barcelona contemporánea, anterior a los atentados y anterior a los guarrazos propiciados por las fuerzas del orden buscando amores y aventuras inciertas para intentar sosegar su congoja, es por eso por lo que siempre acaba en las situaciones más complicadas.

Pero la historia del protagonista no es la única de esta novela. Hay unas cuantas aventuras interpretadas por un puñado de personajes excelentes. Entre ellas está la de Jesús, el taumaturgo dependiente de la medicación química y la de Lucía, la abuela de Sandino: un cuento hermoso e inquietante dentro de la narración. El cuento de la hipocresía y la mojigatería opresora.
Hay más en esta novela: una trama sacada adelante con pericia y buenos personajes secundarios con vidas propias; estupendas escenas -como la de la discusión de Sandino y su colega Sofía- y ganas de hablar de muchas cosas, aunque consiguiendo un cuento coherente, un muy buen cuento de Carlos Zanón.





rtve.es
Carlos Zanón, Barcelona, 1966. Se licenció en derecho y ha publicado varios libros de poemas, así como guiones y artículos de crítica literaria en diarios como El País. En la actualidad es el director del festival de literatura policíaca BCNegra y prepara el regreso del detective Pepe Carvalho.


Su producción de novelas:
Nadie ama a un hombre bueno. Girona: Quadrivium, 2008.
Tarde, mal y nunca. Barcelona: RBA, 2009.
No llames a casa. Barcelona: RBA, 2012.
Yo fuí Johnny Thunders. Barcelona: RBA, 2014.
Marley estaba muerto. Barcelona: RBA, 2015.
Ha ganado los premios Brigada 21, Valencia Negra, Salamanca Negra 2014, Novelpol 2015 y Dashiell Hammett 2015.