Joyce Carol Oates: Rey de Picas. Una novela de suspense. Barcelona: Alfaguara, 2016. 229 páginas. Traducción del inglés (USA) de José Luis López Muñoz. Título original: Jack of Spades. A Tale of Suspense. New York: Misterious Press, 2015.
Andrew J. Rush ha triunfado como escritor de novelas de misterio. Ha conseguido pasta y algunas buenas críticas con sus obras. No ha logrado llegar a lo más alto -que él supone que debe estar por donde camine Stephen King-, pero se ha comprado y rehabilitado una enorme mansión antigua en un entorno rural de los Estados Unidos. Ha criado y educado a sus hijos hasta que se independizaron -bueno, aún vienen a buscar consejo pecuniario de tanto en tanto- y su mujer, Irina, ha vuelto a su afición de ser profesora en un instituto de cierto nivel del pueblo. Es un fuerza viva de su comunidad y su opinión tiene un peso.
Pero Andrew J. Rush quiere soltarse el pelo. Le cansa escribir siempre encorsetado por el género y por el estilo autoimpuesto de ser un "Stephen King para caballeros". Andrew quiere ser más gore, violento, sexista, morboso y andarse con menos sutilezas. Así que por las noches se encierra (no quiere que nadie se entere, hay una imagen que mantener) con una buena botella y deja que la escritura fluya. Deja que Rey de Picas sea el autor de una colección de noveluchas pulp que están adquiriendo cierta popularidad aunque nadie sepa nada de la vida del escritor.
Y todo parece rodar hasta que un día Andrew recibe pasmado la noticia de una vecina del pueblo le ha demandado por plagio. A él, un señor de la cabeza a los pies. Por suerte, se descubre que la demandante es una perturbada que ha hecho de este tipo de demandas su razón de vida. La última descendiente de una de las familias más ricas del condado ha presentado querella en los últimos años contra John Updike, John Grisham, Norman Mailer, Dean Koontz, Peter Straub, James Patterson, Dan Brown ...y Stephen King.
Caso sobreseído ¿pero cerrado para nuestro héroe? Andrew J. Rush no quiere que su abogado atosigue a la señora C. W. Haider, digna de lástima, pero, por otro lado, el animoso Rey de Picas que lleva dentro se siente atraído por todo lo que sea anormal y rompa con la mojigata sociedad en la que vive. Hay que optar por la donosura perversa de rey de Picas o por la cordura, pelín apolillada, del gentilhombre Andrew J. Rush.
En esta novela corta Oates vuelve a construir una narración con raíces góticas -si entendemos que el gusto por indagar en las zonas más crueles y desconocidas del ser humano es característico de este género-. Oates presenta aquí a un burgués triunfador que habla en primera persona y tiene un muy elevado concepto de sí mismo. Es un escritor de novelas de suspense obsesionado por emular a Stephen King (este largo cuento es un homenaje al estilo del autor de Misery, y su presencia es constante en los capítulos).
El narrador va desgranando todos sus méritos como artista reputado, como miembro de la comunidad respetado y como páter familias querido, pero conforme avance en sus descripciones, sus propias manifestaciones sobre sus actos y sus reflexiones van creando otro personaje. Un personaje mezquino, egoísta e incapaz de comprender a los demás. Incapaz siquiera de interpretar su entorno cotidiano.
Hay mucha habilidad en la sutileza como Oates hace que su protagonista narrador vaya cambiando ante nuestros ojos descubriendo la parte negativa de sus valores. El narrador, Andrew J. Rush, parece aquejado de un trastorno bipolar que le hace oír voces, que le hace deformar la realidad y perder la memoria, pero ello no es óbice para que sea menos responsable de su engreimiento y su crueldad. De hecho el que tenga que mantener una imagen social, profesional y familiar tan rígida parece la causa de que su siniestra parte interior cada vez cree más presión.
Poco a poco aparece la complejidad del personaje y la realidad de su vida, llena de turbios misterios. Pasamos de un burgués acomodado a un torturado hombre que no puede evitar buscar su propia destrucción.
Como siempre en las obras de Joyce Carol Oates, hay también una necesidad por ofrecer un retrato social punzante, describiendo una clase medioalta hipócrita y machista, unida por sus intereses, capaz de cerrar filas para que nadie ataque sus privilegios y una serie de víctimas: mujeres ancianas, negros, enfermos mentales... todos ellos despreciados y carne de cañón.
Joyce Carol Oates consigue otra vez ese ambiente desasosegante que tanto perturba a sus lectores. Parece que cada objeto, cada acción, cada paisaje pudieran ser un símbolo del crimen o de la maldad. No es esta una de las obras mayores de Oates, pero es un placer comprobar su capacidad para embutirse en los personajes y obligarles a sacar el monstruo interior desconocido. Y todo desde la cabeza del propio personaje, que no es capaz de darse cuenta de cómo hemos cambiado nuestra visión sobre él. Habilidad para conseguir, como en este caso, que por la boca muera el pez.
Joyce Carol Oates, Lockport, Nueva York, 1938. Se crió en una granja en el campo y se licenció en la universidad de Syracuse y graduó en la de Wisconsin-Madison. Ha sido profesora universitaria en varias instituciones de los USA y Canadá y es autora de novelas, relatos cortos, teatro, poesía y ensayo. Ha recibido los premios literarios anglosajones más prestigiosos.
Entre su numerosa producción destaco un puñado de libros muy recomendables de varios géneros:
The Gravedigger's Daughter, 2007, La hija del sepulturero. Barcelona: Alfaguara, 2008.
Little Bird of Heaven, 2009, Ave del Paraíso, Barcelona: Alfaguara, 2010.
Carthage, 2014, Carthage, Barcelona: Alfaguara, 2014.
Rape: a Love Story, 2003, Violación: una historia de amor. Barcelona: Papel de Liar, 2011.
On Boxing, 1987, Del boxeo, Barcelona: Tusquets, 1990.
A Widow's Story: A Memory, 2011, Memorias de una viuda, Barcelona: Alfaguara, 2011.
Y otra vez se ha quedado sin el Nobel. Llevo años esperando que se lo den egoístamente, a ver si así se reeditan dos libros que no consigo encontrar. Bueno y, por supuesto, porque creo que se lo merece. Y mucho más que Bob Dylan.
ResponderEliminarEstoy deseando terminar con un par de cosas que tengo pendientes para empezar con este libro que pienso disfrutar a placer.
Muchas gracias por tu aportación.
Un beso.