Yulián Semiónov: Diecisiete instantes de una primavera

Yulián Semiónov: Diecisiete instantes de una primavera. Xixón: HojadeLata, 2015. 411 páginas. Traducción del ruso de Zoia Barash. Título original: Семнадцать мгновений весны. Moscú, 1969. Prólogo de Olga Semionova y Sergei Stafeev.


El Standartenführer Max Otto von Stirlitz es un ejemplar soldado del Servicio de Seguridad de las SS. Inteligente, analítico y valiente, es el idóneo para un puesto de alta responsabilidad en las esferas del espionaje nazi. La guerra está perdida. En la primavera de 1945 todo se derrumba en Alemania. La última ofensiva en el frente occidental, en las Ardenas, ha acabado con la capacidad ofensiva de la Wehrmacht. La Luftwaffe y la Marine hace tiempo que no pueden hacer frente al avance combinado en dos frentes de los aliados.
Ahora se trata de no perder la paz. Dejando a Hitler delirando, los mandos nazis intentan llegar a un pacto por separado con los enemigos angloamericanos que les permita una derrota digna y que no los arroje en las manos del ejército rojo. Saben que no habrá perdón para todos. Sólo el primero que consiga un acuerdo será respetado como hombre de paz, prohombre político de estado. Cada uno de los aparatos nazis: del ejército, de la policía, de los servicios de inteligencia, del partido se prepara para una rendición por cuenta propia y para boicotear al resto de los rivales del Reich. Stirlitz tiene el encargo de sus superiores del SD de impedir que las otras facciones tengan éxito en sus negociaciones secretas en Suiza. Para ello debe sacarlas a la luz para que los responsables sean considerados traidores a la patria y desacreditados como interlocutores.
Un trabajo difícil y muy peligroso. 
Pero esto sería un juego de niños para el intrépido Stirlitz si no fuera porque realmente Stirlitz es un doble agente soviético, Maxim Isaiev, infiltrado hace dos décadas y viviendo ahora los momentos más expuestos de su trayectoria ya que sus enlaces han sido detenidos y la Gestapo sospecha de él. Sobrevivir en este momento de derrumbe en el que los antiguos camaradas se espían e intentan aniquilarse, en los que debe rescatar de las garras nazis a los colaboradores soviéticos y en los que debe conseguir cumplir la orden de los mandos rusos de hacer fracasar las negociaciones de paz por separado de los nazis con los angloamericanos, es una tarea titánica que sólo el futuro héroe de la Unión Soviética, con sus nervios templados y su proverbial buena suerte puede lograr. Si es que no es engullido por el remolino que se está tragando un imperio diseñado para aguantar mil años.

Semiónov escribió una saga de las aventuras de Stirlitz-Isaiev entre 1966 y 1988. En la Unión Soviética y en Rusia es un héroe popular, sinónimo de buena suerte, astucia y arrojo. Fue mencionado como ejemplo de virilidad y entrega por Brezhnev o Putin. Cuando Diecisiete instantes de una primavera, la más popular de la serie, se convirtió en una serie de televisión en 1973, el país entero se paralizó para emocionarse delante de la pantalla siguiendo los arduos trabajos de Stirlitz en los diecisiete últimos días de la Gran Guerra Patriótica.
Semiónov utiliza el diálogo, lleno de los silencios que acompañan al miedo a la delación, con una maestría y agudeza difíciles de igualar. Los personajes, aún los más bellacos entre los nazis, ofrecen su cara humana y es a partir de las conversaciones entre ellos y de sus acciones como Semiónov los construye y los diferencia. No hay juicio moral del narrador (innecesario ante la pervivencia de la memoria).
Semiónov mezcla personajes históricos reales con protagonistas ficticios (Stirlitz es una mezcla de diferentes espías soviéticos de la época) para ofrecer una imagen densa y emocionante de la caída del régimen. No habla tanto de las penalidades que sufre la población civil (sería empatizar demasiado) sino de los intentos desesperados de los que tienen oportunidad de salvarse del cataclismo. De la pequeña ruindad humana que supone el intentar conservar unas migajas de poder o dinero pasando sobre los cadáveres de los amigos y compañeros. Todo se desmorona, comenzando por los grandes principios nazis.
El ritmo de Diecisiete instantes de una primavera no es el de un thriller de espías de los de ahora. Es mucho más sosegado, con momentos de tensión e incertidumbre muy bien construidos que no exigen portentosas demostraciones acrobáticas del héroe. Al contrario, Semiónov exhibe la humanidad agotada del protagonista, mucho más cercano al lector que otros superespías. Muestra la astucia de Stirlitz mediante sus hábiles artimañas para no ser descubierto y sus espléndidos diálogos en interrogatorios y conversaciones. No hace falta que el narrador en tercera persona nos convenza de su capacidad repitiéndolo machaconamente: la evidencia en cada momento.
Una feliz recuperación esta traducción de un icono soviético creado por un escritor de múltiples recursos y una gran inteligencia.

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Yulián Semiónov, Moscú, 1931 - 1993. Trabajó como periodista en las principales cabeceras soviéticas. Fue reportero en varios países para estos periódicos y se especializó en reportajes peligrosos, participando en la caza de antiguos nazis en Sudamérica o en la denuncia y persecución de la mafia, estando en diferentes frentes de guerra, retratando a la guerrilla de Vietnam y Laos. Entrevistó a los principales líderes nazis que quedaban con vida después de la segunda guerra mundial.
La serie Stirlitz-Isáiev es la que le dio más fama (sus quince títulos vendieron 100 millones de ejemplares), pero escribió un buen número de novelas políticas y policiales, algunas de ellas traducidas al castellano entre los años 60 y 80. De entre todas ellas Diecisiete instantes de una primavera fue la más popular.

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