Justo Navarro: Gran Granada

Justo Navarro: Gran Granada. Barcelona: Anagrama, 2015. 251 páginas.
Federico Saura recibe en su consulta oftalmológica de Granada a un visitante inquietante. Mientras las tormentas del invierno del 63 provocan unas inundaciones como la ciudad no ha conocido, el extraño personaje hace una propuesta a Saura. Bueno, no exactamente una propuesta, chantajea a Saura. O le vende en condiciones favorables -muy favorables- la casona que su madre le dejó en herencia cerca del río Genil o se verá obligado a hacer pública su relación con su amante. Le da unas horas para que prepare la transacción, no aceptará un no por respuesta.
Saura sabe que tiene mucho que perder. Saura tiene una novia perenne, hija de una antiguo magistrado. Y una posición en la Gran Granada, la Granada de los vencedores de la guerra (guerra relámpago en Granada, dictadura glaciar). Y mantiene infames relaciones con un par de amantes en Granada: con su amigo de la infancia y de estudios, el otorrino Antonio Velasco y con la joven esposa del anciano comisario Polo, el ojo derecho del gobernador, no pasa nada en Granada que Polo no sepa.
Antes de que el plazo para la venta se agote, aparece muerto en el hotel de enfrente de la consulta de Saura el abogado Ferrando Sola, el nombre que aparecía en la tarjeta que Saura recibió de manos del chantajista. El cadáver no es del hombre que asustó a Saura. Pero es un cadáver. Y el gobierno civil ha recibido la noticia de que Franco hará una visita oficial a la semana siguiente para ofrecer consuelo a los amados habitantes de Granada devastados por las inundaciones. Y el gobernador no quiere que Franco crea que en Granada la gente muere sin que los suyos sepan los motivos o sean los causantes. Hay que cerrar el caso deprisa.
Lástima que mientras se dictamina que el letrado Ferrando Sola ha muerto de muerte natural aparezca otro cadáver, el del primo de Antonio Velasco y experto en arte Juan Segovia. Un suicidio por disparo de arma de fuego, pero sin que aparezca la pistola. Y no serán las únicas muertes para las que habrá que crear una historia plausible mientras el caudillo generalísimo hace y deshace en 24 horas en Granada.
Polo se encargará de vigilar el tejido de la red de falsedades que se urdirá sobre cada cadáver, pero sin dejar de investigar lo que, en apariencia, realmente sucedió. Todos los muertos parecen relacionados de un modo u otro con una pintura de Botticelli que la reina católica legó a la capilla real: "L'orazione nelle orto" que se estaba restaurando bajo la supervisión del difunto Juan Segovia y gracias a la financiación de un filántropo americano representado por el difunto Ferrando Sola.
¿Un/os caso/s complicado/s? No es eso lo que preocupa a Polo. Lo que le preocupa es que pueda perder el control sobre su inmenso ejército de soplones, delatores, chivatos y espías. O que algo en la vida pública o privada de los granadinos quede fuera de su alcance. O que alguno llegue a saber la verdad de la propia vida del comisario...

L'orazione nelle orto.
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Magnífica novela negra del imprescindible Justo Navarro. Consigue algo que raras veces he visto. Parece que el narrador -que aquí se centra básicamente en el prisma de las pesquisas del comisario y en el punto de vista del Federico Saura- no sepa cuál será el final de la historia que nos plantea. Parece tan sorprendido como el lector por el transcurso de los acontecimientos. Con un ritmo sostenido, sin altibajos la acción va transcurriendo presentando a los muchos personajes. Los personajes son soberbios, algunos esbozados, otros más completados, pero cada uno con su propia voz y personalidad. Hay muchos y muy buenos, casi todos pertenecientes a la Gran Granada: a la Granada de las clases vencedoras de la guerra civil. Todas ellas aparecen por aquí, la iglesia católica, como no, responsable del mcguffin de la historia con sus tejemanejes; las fuerzas policiales a las órdenes de los caciques locales; la prensa; una justicia representada por un moribundo, casi un espectro, siempre presente pero nunca visible; y lo que en la política del siglo XIX se denominaba las "capacidades": profesiones liberales, profesores universitarios... Todos ellos bajo el paraguas del heroico ejército nacional franquista.
En fin, las fuerza vivas ganadoras de una guerra que rapiñaron hasta la última migaja. En el 63 el pacto de sangre entre estas élites dominantes sobre el que se cimentó el régimen de Franco ya no tenía el vigor que había tenido las décadas anteriores. Nuevas generaciones comenzaban a pedir una porción del poder y de la riqueza (es la historia del comisario Polo, al que su subordinado más querido va poco a poco orillando en busca de parte del botín). Ahora era más importante mantener unas formas públicas dentro de los cánones del orden y las buenas maneras, tal como la iglesia católica, la doctrina castrense y la moral patriarca ultrareaccionaria, exigían por el bien de todos. Las formas privadas no eran ya tan importantes siempre que las mantuvieras en secreto para que nadie pudiera perjudicarte.
Pero lo que Navarro cuenta es que estas formas y sus instituciones estaba pensadas y servían para que los que tenían menos escrúpulos treparan sobre el resto y se hicieran con su puesto al sol. Una corrupción sin apenas control que impera en cualquier dictadura del mundo y que crea todo un tejido social y cultural cuyo desmantelamiento exige una perseverancia en la virtud democrática y en la voluntad de la igualdad.
Es otro gran acierto de Navarro. Describe de una forma maravillosa estas relaciones entre iguales, los señoritos y amos de la Gran Granada. Esas conversaciones en las que todo es interpretable. No hay un sí ni un no. Relativo, todo es relativo y las amenazas son sutiles, indirectas en ocasiones, pero constantes. Los personajes recuerdan a veces esos diálogos que sostiene Ricardo III en la tragedia de Shakespeare con la intención de escamotear la verdad, de construir una nueva realidad que le beneficie y que los demás puedan aceptar.
Estupenda novela, otra vez, de Justo Navarro en la que la sordidez de la época no está en la descripción de la miseria de las cosas y los ambientes, sino en la hipocresía de los personajes y en el veneno de sus acciones y palabras.



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Justo Navarro Velilla, Granada, 1953. Poeta, novelista, traductor y crítico literario. Se licenció en filología románica en la universidad de Granada. Ha traducido a Paul Auster, Virginia Woolf, Pere Gimferrer, Joan Perucho, Michael Ondatjee, F. Scott Fitzgerald o T. S. Eliot. Ha recibido, entre otros, el premio de la Crítica y el Herralde de novela.
En editorial Anagrama ha publicado las siguientes novelas
Accidentes íntimos. Barcelona: Anagrama, 1990
La casa del padre. Barcelona: Anagrama, 1994
El alma del controlador aéreo. Barcelona: Anagrama, 2000
F. Barcelona: Anagrama, 2003
Finalmusik. Barcelona: Anagrama, 2007
El espía. Barcelona: Anagrama, 2011

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