Jonathan Ames: En realidad, nunca estuviste aquí

Jonathan Ames: En realidad, nunca estuviste aquí. Barcelona: Principal de los Libros, 2015. 93 páginas. Traducción del inglés (USA) de Carlos Lozano Wolfgang. Título orginal: You Were Never Really Here. 2013.
Joe es un profesional. Aplica métodos contundentes para resolver problemas complicados. Digo complicados porque no es conveniente implicar a la policía y a la justicia en ellos. Joe hace años que se dedica a desfacer entuertos turbios: desde que se retiró del FBI cuando un caso superó su límite traumático. Desde aquel momento acepta los encargos de McCleary, consiguiendo que sus máximas profesionales se impongan siempre: eficacia y prudencia. La eficacia la da su experiencia en las fuerzas armadas, la prudencia la exige su vida junto a su madre impedida, a la que no quiere poner en peligro.
Como buen asesino a sueldo, Joe es un paranoico, sufre un narcisismo invertido: todos cuanto se le acercan acaban jodidos. Así que no deja que se le acerque nadie.
Un día McCleary le ofrece un trabajo: rescatar a la hija menor de un senador de Alabama que ha sido engañada por un gancho de facebook y ahora se prostituye en la capital del mundo. Joe no se puede negar, sus paranoias las provocan sus deudas pendientes con los maltratadores de menores.
Pero Joe, no se puede pretender acercarse a un equívoco político de Alabama sin acabar de cieno hasta las orejas. Eso es lo encontrará Joe: muerte, miseria y dolor.

En realidad es un cuento negro de uno de los genios de la comedia norteamericana. Ames hace un homenaje a esos personajes de la novela negra que van ganando adeptos en los últimos tiempos, como los protagonistas de Lee Child o Jo Nesbo. Asesinos hipereficaces, capaces de adelantarse a los movimientos de sus enemigos (en realidad Joe va casi siempre por detrás de sus enemigos), capaces de cargarse al asesino más bragado con un magistral golpe adquirido en su agotador hiperentrenamiento, capaces de salir de las dificultades más catastróficas gracias a su hiperdesarrolado instinto de supervivencia y a su gélida hiperracionalidad.
Estos personajes tienen más herencia de los cómics de superhéroes que de los clásicos de la novela negra norteamericana. Como los superhéroes, necesitan supertraumas pasados que expliquen su desafección a la sociedad y su amargura sin límites. Como los superhéores, necesitan una explicación semirrealista de dónde proceden sus poderes (en este caso horas de combates y entrenamientos extremos) Como los superhéroes, necesitan supervillanos que puedan dar la medida de de su valía -en una escalada armamentística sin fin, cuanto más poderoso queremos a nuestro protagonista más magnífico ha de ser el malvado-.
Y así se entiende este cuento bien construido, un ejercicio compacto de acción y ritmo. Cumple con la mayoría de las reglas del género, sin profundizar demasiado, incluso con una recapitulación del desarrollo de la acción antes de la conclusión -como hemos leído tantas veces desde Holmes-. Aunque parece que Ames tuviera una llamada urgente que atender cuando estaba escribiendo la conclusión. Un argumento desarrollado de una película de acción. Con actores con cara de estar haciendo algo trascendental la cosa funcionaría.

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