Diego Almeida es un abogado de lo mercantil. Un abogado de lo mercantil colombiano residente en Madrid. Un colombiano residente en Madrid que ha perdido su trabajo por la quiebra de sus clientes. Constructores. La crisis económica ha barrido la forma de vida de Diego Almeida y ahora, con una deuda enorme y un último puñado de euros en el bolsillo, duda entre dejarse vencer por la depresión, abandonar España y regresarse a Colombia o reinventarse y comenzar de nuevo.
Una noche de borrachera se encuentra con un olvidado compañero de colegio. Cuando despierta de la tremenda borrachera se halla en el departamento de su amigo de la infancia. Este se ha marchado a resolver un oscuro negocio y le deja su casa y su coche para que se relaje hasta su regreso. Pero, aunque Diego Almeida nunca diría de si mismo que es un valiente no se puede negar que tiene una curiosidad insaciable. Husmea hasta que descubre que su misterioso amigo guarda unos buenos fajos de dinero en la casa y que está implicado en algún asunto relacionado con la prostitución y/o las drogas.
Diego Almeida sabe aprovechar las oportunidades y decide rehacer su vida con el improvisado capital y con un nuevo trabajo surgido de un malentendido: ahora será un detective privado. Comienza a seguir a un marido que le pone los cuernos a su mujer. Lo que no sospecha Diego Almeida es que con cada paso que da para resolver los misterios de su nueva vida se hunde más y más en unas turbias conspiraciones que le van a dejar huella en su maltrecha economía, en su vida afectiva y en su salud física.
En su primera novela, María Clara Rueda juega con el destino de su personaje. Cada vez que consigue ver la luz al final del túnel pierde todo lo ganado. Se le escurren de las manos el dinero, el amor y la vida de los demás. Parece que un hado se dedique a desmontar sus posibilidades de éxito, incluso cuando parecen definitivas. María Clara Rueda utiliza dos voces narradoras en la novela: en la primera parte en tercera persona relata las aventuras de Diego Almeida. De hecho, lo ahoga un tanto. Explica cómo y qué siente, cómo y porqué actúa. No es Almeida el que se deja ver a través del diálogo y de sus acciones, es la voz narradora la que nos exige que creamos en cómo es. Realmente hay un hado sobre él, manejándolo. Mucha presión.
Así que María Clara Rueda en la segunda parte utiliza un narrador en primera persona. El desenlace de la aventura está contado por el propio Almeida. Como la voz en tercera persona, en ocasiones invoca al lector. Lo mejor de la novela aparece aquí, con el ritmo apropiado, sin que la historia central se enrede con las laterales, resolviendo con agilidad las tramas presentadas, dejándolas abiertas. Si María Clara Rueda hubiera dejado un poco más libre a su personaje en la primera parte seguro que la novela habría sido todavía más interesante, con un poco más de trabajo para ese lector al que, de tanto en tanto, llama.
María Clara Rueda, Bogotá, 1958. Estudió economía en Bogotá, Nueva York y Ginebra. Profesora de macroeconomía y relaciones internacionales en Zurich.
Este muerto no lo cargo yo es su primera novela.
No hay comentarios :
Publicar un comentario