Sven Norberg ha perdido a su mujer. Molly es la mezzo oficial de la ciudad de Trude, una villa desubicada en algún lugar del Medio Oeste norteamericano, delirio del arquitecto Klaus Bernhard, que huyó de la Alemania nazi para conseguir construir su ciudad ideal: edificios vacíos.
La vida matrimonial de Sven no era lo que había sido, pero Molly la seductora todavía es uno de los pocos alicientes de su vida, atrapada entre un desconocido adolescente que vive en su casa en el papel de hijo, un jefe abogado que lo ningunea y una madre a la que la locura senil comienza a trastornar. Encontrar a su esposa es el principal impulso vital de Sven Norberg.
La actuación de la policía no resulta de mucha ayuda. A pesar de contar en su plantilla con las inestimables predicciones, premoniciones e interpretaciones de sueños del Oráculo, lo que único que ha conseguido hasta el momento es una confusa nota atribuida a un homeless hispano pero que realmente ha sido redactada por otra u otras personas. Lo cierto es que la policía está mas interesada en acabar con la resistencia de los bibliotecarios fortificados en la única biblioteca que queda en la ciudad. Los recortes del alcalde han dictaminado que la única manera de que la policía conserve sus fondos de pensiones es destruir la insurgencia bibliotecaria y vender los fondos.
Las investigaciones de Sven le llevan a contactar con las personas más íntimas de su esposa, el crítico musical del principal diario de Trude, la anciana profesora de canto de Molly o la bibliotecaria jefa, que mantuvo años atrás una estrecha relación con su mujer. Lo único que consigue son pistas confusas y paseos por los laberintos posmodernos de la ciudad.
Sven no es capaz de encontrar a su esposa aunque nuevas pistas e indicios abstractos le llevan de un personaje a otro, de un lugar a otro. Su investigación solo produce pérdidas: perderá recuerdos, perderá certezas y perderá personas: a su hijo arrebatado por la secta cristiana local, a su madre por la desaparición progresiva de la razón. Él mismo se diluye en una ciudad en la que todo se derrumba.
Eric Lundgren manifiesta la superficialidad y deshumanización del mundo contemporáneo. Ha evocado la ciudad de Trude como paradigma de este mundo. La arquitectura exenta de urbanismo parece pensada para repeler a los ciudadanos: sus edificios son monumentos ajenos o agresivos, su centro comercial es un laberinto en el que es imposible orientarse, su ópera es un pastiche chiflado, los lavabos públicos tienen accesos complicadísimos...
La memoria cultural de Trude está también siendo arrasada en este plan alienante. El desmantelamiento de las bibliotecas públicas hace que los famosos nombres de las letras alemanas, a los que Lundgren homenajea muchas veces, sean ya tan sólo el nombre de las diferentes habitaciones de la Traumhaus, el geriátrico: las habitaciones Doreder, Mann, Walser, Werfel...
Todo en Trude es espectáculo vacuo, fachadas sin interior. Los personajes de esta ciudad se mueven en un un mundo que deforma el nuestro, alucinados que recuerdan a los de Lethem o a los protagonistas de Kennedy Toole, o incluso a los de Jerome Charyn (aunque Charyn construye submundos que se mueven en un plano paralelo pero que coexisten con un mundo "real"). Su forma de actuar está regidas por el absurdo, la premonición y los símbolos cifrados y de dudosa interpretación.
Sven Norberg tiene problemas para relacionarse con este mundo. Ha perdido el nexo social que mantenía anclado. Es incapaz de entender su entorno y va perdiendo la facultad de comunicarse: cada vez ve peor, su madre apenas es ya capaz de entenderle, cuando va a la ópera le dan asiento en lugares con problemas de visibilidad...
La religión que ha atrapado a su hijo, el que podría haber restablecido su papel social, es una delirante secta llena de majaderías: conciertos de rock adolescente, quema de recuerdos, destrucción de los lazos familiares y de la memoria.
Así es todo en esta comedia, en este divertido y amargo relato surrealista que Lundgren describe utilizando la narración en primera persona. Para contarnos este mundo Lundgren prefiere a alguien de dentro. No un observador externo, sino alguien al que no le quede otra que bregar con este universo superficial, cultura espectral. La excusa para hacer que su personaje se mueva por este mundo es la desaparición de su esposa y los crímenes que se suceden a continuación. Puede describir perplejo su mundo porque, como buen investigador de novela policial, es un inadaptado. Un perdedor. Sven Norberg no puede vivir en calma en esta ciudad, ni puede huir y, desde luego, parece incapaz de encontrar a su esposa.
Una recomendable parábola con tintes de comedia que denuncia la superficialidad de la cultura espectáculo y la desintegración de los vínculos sociales solidarios.
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Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEstoy leyendo el libro ahora mismo. Voy por el décimo capítulo y todavía no puedo formular una opinión al respecto. Tengo ideas encontradas. Me parece un poco lento a veces y disperso; sin embargo, me gusta la capacidad creativa y la narrativa del autor.
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