Edward Bunker: La educación de un ladrón

Edward Bunker: La educación de un ladrón. Autobiografía. Barcelona: Sajalín, 2015. Traducido del inglés (USA) por Montserrat Gurguí y Hernán Sabaté. 589 páginas. Prólogo de Kiko Amat. Título original: Education of a Felon. A Memoir. New York: St. Martin's Press, 2000.
Edward Bunker nació en Hollywood. Su madre era corista de vodevil y su padre tramoyista. Cuando Edward tenía cinco años sus padres se divorciaron y lo llevaron a una casa de acogida. A los cinco años tuvo que aprender a defenderse por sí mismo. Y se convirtió en un especialista en buscarse la vida. Su infancia y adolescencia la pasó entre internados, granjas de trabajo, asilos y centros para jóvenes delincuentes. Pero Edward odiaba estar encerrado. Se escapó de todos los centros en los que estuvo ingresado y fue tirando con pequeños robos y estafas.
Cuando todavía tenía 17 años fue encerrado en San Quintín, convirtiéndose en el recluso más joven de la prisión. La furia de Bunker le llevó a no doblegarse jamás, a no arredrarse ante ninguna pelea y a anticiparse a los acontecimientos. La furia de Bunker le llevó a conocer las palizas de los vigilantes, las celdas de castigo, las penas disciplinares y las luchas con pinchos y puños. La furia de Bunker le llevó a pasar 18 años de su vida encerrado en prisiones de USA, entre ellas las famosas San Quintin y Folsom (desde la que no se oye el tren, por mucho que insista el gran Johnny Cash).
Aunque Edward Bunker parecía bien adaptado para la vida entre rejas, buscaba todas las maneras posibles para escaparse o evitar la prisión. Lástima que cuando estaba fuera fuera incapaz de llevar una vida corriente y legal con algún trabajo asalariado. "Simplemente no son para mi". Las ansias de aventura y de disfrutar de lo que él consideraba los placeres de la vida: mujeres, buena ropa, drogas, coches, cenas en restaurantes de lujo... le llevaron a meterse en un lío tras otro y a no aprovechar las oportunidades que alguno de sus benefactores le ofreció.
Su prinicpal defensora fue Louise Wallis, una millonaria esposa de un magnate de Hollywood que le ayudó siempre que pudo y le animó en su afición de escritor.
Gracias a Louise Wallis entró en contacto con la alta sociedad californiana. Conoció A William Randolph Hearst, a Marion Davis y a Tennesse Williams entre otros personajes famosos. Incluso soñó con trabajar en la industria del cine, pero el tener amigos poderosos implica ganarse enemigos del mismo nivel.
Una vez más, Edward Bunker acabó en prisión por asaltos a mano armada, estafas con cheques y varios delitos más. A partir de ese momento Bunker será testigo del cambio de las relaciones entre presos en el interior de los centros penitenciarios. Empieza la lucha de razas que acabará con la segregación violenta de latinos, negros y blancos: motines, asesinatos, secuestros.
Desde que era un crío Bunker estuvo fascinado por la lectura y los libros. Ya en los correccionales leía todo lo que caía en sus manos para evadirse del entorno físico. Su afición continuó durante toda su vida en prisión, aumentado más y más la complejidad de sus lecturas. A la vez iba escribiendo cuentos y novelas que iba enviando a diferentes agentes literarios. Enviar un manuscrito desde la cárcel en aquella época costaba (literalmente) dejarse la sangre. Los primeros manuscritos fueron rechazados, pero cuando No Beast So Fierce fue recibida por su agente enseguida consiguió venderla y la carrera de Bunker como escritor comenzó a ser rentable.
Edward Bunker, más maduro y un pelo más sosegado, consiguió publicar unas cuantas novelas excelentes y algunos papeles muy secundarios como actor en producciones Hollywood y europeas. Eso le permitió mantenerse alejado de las prisiones.
La rabia de Bunker se canalizó hacia la escritura de alguna de las mejores novelas negras norteamericanas del último cuarto del siglo XX.

Este es el material con el que Edward Bunker hizo todas sus crudas novelas. Cada una de ellas se basa en anécdotas vitales del propio Bunker o de sus conocidos. Y aquí está su vida, al menos hasta que cumplió los cuarenta.
La ingenuidad y las ganas de vivir son las fuerzas motrices de su narración. Bunker intenta de vez en cuando justificar sus decisiones, explicar porque opta siempre por la opción más peligrosa. Dice que las circunstancias y el entorno lo arrastraron, pero eso es decir poco de su personalidad: Edward Bunker no se doblegaba con facilidad ni ante la agresión física, ni ante la presión psíquica, así que hay que buscar su tendencia a meterse en líos, en convertirse en un criminal, en otro lugar (aunque no desdeñemos la crudeza de lo que le tocó apechugar siendo un mocoso). Y para mi son esas ansias de aventura, de consumir la belleza de la vida, de ver cosas que pocos han visto lo que le llevan a estar dispuesto a pagar el precio de la prisión. Edward Bunker fue maldecido con una gran inteligencia y una portentosa curiosidad.
Bunker era duro pero, muchas veces, claro, su comportamiento es pura fachada: "Que empezara el juego. La bravata enmascaraba un vacío interior que era casi absoluta desesperación" (449). Pero, aún así, prefiere conocer los placeres de la vida antes que admitir un trabajo monótono que le impida disfrutarlos, que no le deje enterarse de qué cosa sea eso de la vida.

Bunker despliega aquí toda su capacidad narrativa basada en un ritmo continuado debido a la multiplicidad de pequeñas historias que van enredándose con la historia principal. Cada uno de los muchos personajes de diferentes clases sociales que aparece en las memorias tendrá su parte de aventura. O han vivido una anécdota que sirve para crear el ambiente que Bunker busca o han compartido con Edward alguna trapacería que hace que la acción avance. La cantidad de información y la sinceridad de Bunker en la manera de contar son los dos grandes encantos de su obra. Tantas historias, tantos personajes, tantos ambientes y tantas ganas de conocer todo.
Los encierros periódicos sirvieron para dos cosas en el caso de Bunker: por un lado tuvo que buscar un escape intelectual a su angustia a través de la lectura; por otro fue creando un puesto de observación del mundo en libertad que le permitió convertirse en escritor.
"El encarcelamiento tiene, al menos, el aspecto beneficioso de dejar que el preso vea el mundo como el artista, con una mirada nueva" (456).
Hay que leer a Bunker, hay que dejarse arrastrar por su escritura auténtica y plena de acción, por la modernidad de esos ambientes tan alejados de las producciones políticamente correctas de su época, por la ingenuidad del criminal y por el inquebrantable deseo de gozar de la vida.

Edward Heward Bunker, Los Ángeles, 1933 - Burbank, 2005. Quién quiera conocer su biografía que lea La educación de un ladrón. Hay poco más que añadir, además de que fue uno de los diez delincuentes más buscados por el FBI y que ganó fama internacional como actor con Tarantino y su Reservoir Dogs (ese Mr. Blue con cara de duro). Su obra publicada:
No Beast So Fierce (1973). No hay bestia tan feroz. Barcelona: Sajalín, 2009.
The Animal Factory (1977). La fábrica de animales. Barcelona: Sajalín, 2011.
Little Boy Blue (1981). Little Boy Blue. Barcelona: Sajalín, 2012.
Dog Eat Dog (1995). Perro como perro. Barcelona: Sajalín, 2010.
Education of a Felon. A Memoir (2000). La educación de un ladrón. Autobiografía. Barcelona: Sajalín, 2015.
Stark (2006). Stark. Barcelona: Sajalín, 2010.
Death Row Breakout and other Stories (2010). Huida del corredor de la muerte. Barcelona, 2014.

Con la edición de esta traducción que Montserrat Gurguí y Hernán Sabaté hicieron en el 2003 para Alba editorial, Sajalín ha traducido al castellano todas las obras publicadas de Edward Bunker. Bravo por Sajalín y por su gusto ineluctable para la novela negra. Y bravo por el prólogo de Kiko Amat.



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