Pablo Aranda: El protegido

Pablo Aranda: El protegido. Barcelona: Malapaso, 2015. 226 págs.
Jaime es un padre joven separado de su primera mujer, Elena, que arrostra una anodina existencia entre la asesoría fiscal donde trabaja y la casa en Málaga de su nueva pareja, Inma. El único aliciente de la vida de Jaime es su paternidad, se ha creado una necesidad insoslayable de ver como crece su hijo Álvaro. El resto de las cuestiones vitales le son indiferentes: de hecho cree que debería romper su relación con Inma, o tal vez no, o tal vez lo mejor será que ella lo decida, o a lo mejor aún pueden aguantar...
Un día acompaña a Inma a enseñar un apartamento de su propiedad en Torremolinos a una pareja de hermanos magrebíes que lo quieren alquilar. El mayor, Abdu, es un personaje con gran vitalidad y un magnetismo que acaba por embaucar a Inma y le paga una fianza por el alquiler. El hermano pequeño, Karim, es un muchacho taciturno que no parece interesado por los asuntos de su hermano.
Al día siguiente del trato Abdu aparece asesinado y Jaime decide acudir al velatorio para devolver la fianza a Karim. Lo que no sospecha Jaime es que Abdu ha sido asesinado por una chanchullo de drogas y que sus antiguos compinches buscan los sesenta mil euros que se han esfumado. La aparición de Jaime en el tanatorio es observada tanto por los criminales como por el policía encargado del caso, un subinspector peculiar llamado Isidro. A partir de este momento la vida de Jaime da un vuelco espectacular, perseguido y sospechoso. Ha llegado el momento de saber si es capaz de hacer algo más que dejarse llevar, o si ese dejarse llevar será la mejor arma para enfrentarse a la catástrofe.

Aquí está la mejor novela policíaca publicada por una autor del país en lo que va de año. Y no es una novela policíaca. O no es una novela policíaca al uso. Sin que tengan valor alguno las etiquetas puedo asegurar que es una novela muy negra llena de buenos momentos.
El narrador comienza utilizando la perspectiva de Jaime, un personaje con muy poca sangre, que se deja llevar por el flujo de los acontecimientos, aunque cada pequeña acción que acomete tendrá grandes repercusiones. Recuerda, salvando la distancia, a los colosales seres anodinos del genial Wilhelm Genazino: esos personajes que intentan mantener ordenada su vida cotidiana, laboral, afectiva, que intentan que haya los mínimos cambios, o al menos que sean controlados porque sospechan lo que puede ocurrir si se propasan. Mejor que la iniciativa y la responsabilidad sea de los otros. Así es Jaime, quiere creer que es capaz de amar, y que amando se salvará del aburrimiento vital. Pero las relaciones no le duran, es incapaz de satisfacer a los demás con su mansedumbre. Eso sólo le inquieta medias.
En la segunda parte de la novela, un flasback para poner a cada uno en su sitio, el punto de perspectiva se abre interesando a varios personajes. El narrador comparte la visión de Jaime con la de su exesposa Elena y con la de su expareja Inma. La historia de ambas estás relacionadas entre sí, y los secretos que las enfrentan son terribles no porque sean de grandes dimensiones, sino porque son los miserables secretos cotidianos. Miseria y soledad. El narrador ocupa también la visión de Isidro, el policía. Gran personaje. Aquejado también de soledad, claro, y un bocazas insatisfecho con su trabajo. Los diálogos en toda la novela son naturales y ágiles, pero los de Isidro con cualquiera de los otros personajes son atrayentes por su presunta simplicidad, causticidad en la repetición y muy reales.
La tercera parte es el desenlace. Aquí no hay un pago por las acciones del pasado. No parece que eso le preocupe lo más mínimo a Pablo Aranda. Es demasiado obvio que cada uno carga con su pasado, pero tampoco es para tanto: casi todos sus personajes habrían cambiado su carácter cobarde en determinadas situaciones de su vida, pero, bueno, así es la vida. No hay que hacer un drama. Sigue tirando, incluso aunque algunos cadáveres de hombres y perros te acompañen.
En fin, aquí hay varias cosas de las que adolece la policíaca de estos lares: simplicidad en las formas, buen ritmo y originalidad. El doble plano de la intriga criminal y de la intriga cotidiana es un apuesta resuelta con gran solvencia. Muy bien este Pablo Aranda.


Pablo Aranda, Málaga, 1968. Ha sido docente en España y Argelia y colabora con varios periódicos de nuestro país. Su producción literaria incluye libros infantiles y varias novelas:

www.malpasoed.com
La otra ciudad. Madrid: Espasa, 2003
Desprendimiento de rutina. Málaga: Arguval, 2003
El orden improbable. Madrid: Espasa, 2004
Ucrania. Barcelona: Destino, 2006
Los soldados. Barcelona: El aleph, 2013

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