Seicho Matsumoto: La chica de Kyushu. Barcelona: Asteroide, 2017. 261 páginas. Traducción del japonés de Marina Bornas. Título original: Kiri no hata, 1961.
Masao Yanagida, el hermano de Kiriko, ha sido hallado culpable de asesinar a la anciana prestamista Kiku Watanabe. Masao Yanagida es un joven profesor que ha perdido un depósito de dinero que le han hecho sus alumnos para un viaje. Para reparar la falta decidió pedirle la cantidad perdida a la usurera que ahora ha aparecido con la cabeza hundida a bastonazos.
Kiriko Yanagida está convencida de la inocencia de su hermano pero hay una prueba incontestable: el único pagaré que falta en la casa de la víctima es el de Masao. El maestro ha apelado al tribunal superior y su hermana está convencida de que necesita al mejor abogado penalista de Japón.
Kinzo Otsuka está demasiado cansado por el abrumador número de casos que tiene entre manos como para aceptar uno que no le reportará beneficios económicos y que significará una profunda implicación emocional. Rechaza la oferta.
Cuando su hermano Masao muere en la cárcel, su hermana decide vengar su honor trasladándose a Tokio para hacer pagar al abogado Otsuka su desinterés y su apetito pecuniario.
Comienza a trabajar de camarera en un pequeño bar del este de Ginza regentado y servido por mujeres de Kyushu. Allí conoce al hermano de la dueña que es el maître del restaurante francés que pertenece a la amante del abogado Kinzo Otsuka. ¿Casualidad? No, Kiriko Yanagida es calculadora y tenaz. Está esperando el mejor momento para asestar al letrado el golpe definitivo que acabe con su prestigio y reponga el honor de su hermano.
Un crimen sin aclarar en el que están implicados los protagonistas será el momento de la venganza, sólo Kiriko puede ofrecer el testimonio que aclare el caso, pero no parece muy dispuesta a colaborar con la justicia que ha deshonrado el recuerdo de su hermano.
Una vez más Seicho Matsumoto demuestra su capacidad para trazar los perfiles psicológicos de sus protagonistas desde la sutileza. Tiene la habilidad de crear personajes de muchas caras utilizando tan sólo unos pocos trazos. Y consigue con acierto hacernos comprender los tabúes y condicionamientos sociales de un tiempo y un lugar alejados de nuestro presente. Unas normas sociales que pesan como una losa sobre las decisiones y el comportamiento de los personajes de sus novelas.
Matsumoto está tan interesado en el análisis psicológico de sus personajes como en la descripción crítica de la sociedad japonesa de posguerra: un lugar oscuro y sin valores sólidos.
En La chica de Kyushu tenemos oficios y formas ajenas a nuestros modos, como el peculiar trabajo de las camareras acompañantes de los bares en los que brega Kiriko Yamagida o como el crucial sentido del honor y del prestigio ante la comunidad que hace que el hermano de Kiriko tome una decisión que desencadenará la tragedia. Formas sociales que han desaparecido en nuestro tiempo o que nunca han existido en nuestro espacio pero que se hacen cercanas y compresibles gracias a la pericia de Seicho Matsumoto.
Si a la destreza creando personajes en los que podemos reconocernos a pesar de la lejanía temporal y cultural, añadimos la maña para manejar el ritmo y la tensión de la narración y la competencia para producir incertidumbre ante las decisiones que pueden adoptar los protagonistas (ya digo que son caracteres complejos), tenemos como resultado una obra que ejemplifica las mejores características de la novela negra.
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En español hay dos novelas traducidas:
El expreso de Tokio. Barcelona: Libros del Asteroide, 2014.
La chica de Kyushu. Barcelona: Libros del Asteroide, 2017.
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