Ian Manook: Yeruldelgger. Muertos en la estepa. Barcelona: Salamandra, 2016, 476 páginas. Traducción del francés de José Mauel Fajardo. Título original: Yeruldelgger. Paris: Albin Michel, 2013.
El comisario de la policía de Ulán Bator Yeruldelgger es un hombre anulado por la cólera y el dolor. Fue el mejor policía de toda Mongolia hasta que secuestraron a su hija pequeña para forzarle a dejar un caso en el que estaba trabajando. La niña apareció estrangulada cuando Yeruldelgger se negó a ceder al chantaje. Como consecuencia su mujer desapareció sin dejar rastro. Su otra hija adolescente también lo ha abandonado: lo odia por ser incapaz de defender a su familia, por anteponer el trabajo a la vida de sus hijos.
Yeruldelgger sigue en la policía, es un investigador eficiente, aunque está muy lejos de ser el mítico comisario adiestrado en las doctrinas y técnicas de los monjes shaolín mongoles. Vive en la yurta de una compañera de trabajo, la forense Solengo, y ha creado un grupo de confianza con la joven agente Oyún y el también principiante Billy.
Yeruldelgger tiene ahora dos casos ente manos. Por un lado, unos nómadas han encontrado el cadáver de una niña occidental que fue enterrada viva hace unos años en mitad de la estepa. Por otro, en Ulan Bator se ha hallado una buena pila de cadáveres: tres chinos han sido brutalmente asesinados, emasculados y exhibidos junto a los cadáveres de unas prostitutas mongolas.
Las pesquisas sobre la pequeña pasan por la búsqueda de sus padres, unos turistas que nunca salieron del país. Todo indica que la muerte de la niña fue consecuencia de una atropello con un quad que alguien quiso dejar en secreto.
El caso de los chinos parece más complicado, una banda de ultranacionalistas mongoles nazis tiene todo los números para ser considerada culpable, pero la intervención extemporánea de la embajada de la todopoderosa China dificulta las investigaciones y el jefe de Yeruldelgger, que se hace llamar Mickey y al que nadie respeta en la comisaría, aunque casi todos lo teman, quiere acabar con el caso por la vía rápida. Por si fuera poco, la hija adolescente de Yeruldelgger, Saraa es la coartada del principal sospechoso, Adolf, el líder de la banda: Saraa jura que ha pasado la noche de la hecatombe con él, sexo, drogas y alcohol.
Yeruldelgger es apartado del caso por su jefe, alegando las muchas implicaciones personales del comisario y porque sus métodos con los testigos son sanguinariamente expeditivos.
Pero las órdenes de un petimetre corrupto no son algo que preocupe a un buen policía: envía a Oyún tras la pista de los neonazis mongoles y al rescate de su hija y él comienza la caza del atropellador de la niña.
Ambos casos van mostrando puntos en común: siguiendo los puntos aparece la efigie de uno de los magnates más poderosos de Mongolia, Erdenbat. El suegro de Yeruldelgger. Pero para enfrentarse a tamaño enemigo el comisario debe dejar atrás todo el lastre del trágico pasado que le provoca el dolor, la cólera y la desesperanza que le aniquilan las fuerzas. Encontrarse a sí mismo le obliga a un retiro debido al que vuelve a desamparar a sus compañeros y a sus seres queridos. Su enemigo es más poderoso de lo que él cree: tal vez para cuando consiga recomponer su figura heroica ya sea demasiado tarde para todos los que ama.
Ian Manook ha construido en Yeruldelgger una gesta exótica con elementos del western. Yeruldelgger es un héroe que ha ido más allá de lo razonable en el cumplimiento de su deber. Esta desmesura lleva implícita una venganza psicológica: el dolor anula su capacidad policial y le hace incapaz de expresar sus sentimientos. Hasta aquí los elementos de cualquier carácter heroico. Yeruldelgger tiene la capacidad de redimirse, de volver a la tradición que lo forjó e hizo de él el hombre que es. Y digo el hombre porque los valores masculinos son los que dominan esta historia si estamos dispuestos a admitir que la capacidad de vengarse con violencia, a lo Peckinpah, la glorificación de la fuerza muscular (no espere que aparezca aquí ningún juez, ni fiscal, ni -por supuesto- abogado) y la capacidad de aguantar el dolor físico y psíquico son las características de la hombría.
Yeruldelgger cabalga (literalmente) por las estepas mongoles y se arrastra con pesar por las destrozadas calles de Ulan Bator. Son el espejo paisajístico de los dos tipos de personajes que aparecen en la novela. Por un lado los espíritus nobles que todavía viven en la tradición, personajes que viven en comunión con la naturaleza y sus fuerzas ocultas. Por otro lado, están los enemigos que han renunciado a la pureza ancestral, han perdido su identidad y se dejan llevar por la necesidad de conseguir dinero y poder. Son los creadores de la violencia ente iguales, de la explotación, de la corrupción: de la nueva Mongolia en ruinas.
Todavía hay un tercer grupo que engloba a todos los ignorantes y miedosos que contribuyen a la decadencia contemporánea pero en los que todavía se puede avivar el rescoldo de la unidad con los antepasados y con la historia natural.
La epopeya de Yeruldelgger es un canto conservador en el sentido de que aboga por conservar los valores tradicionales mongoles remarcando sus partes positivas y armoniosas.
El narrador muestra lo que considera los aspectos más llamativos de la cultura mongol para un occidental introduciéndolos sin brusquedad, sin que parezca una guía de viaje, creando un ambiente que explique las acciones de sus personajes y, por otro lado, propone un juego posmoderno en el que explica la deformidad con que la sociedad mongol ha retraducido lugares comunes de la historia contemporánea occidental: la manera en que han vaciado de contenido los terribles símbolos fascistas es una de los guiños más estremecedores de la novela.
El final abierto de la novela presagia nuevas cabalgadas de Yeruldelgger, todavía hay muchos cabos que atar y villanos a los que dar su merecido.
Ian Manook es el alias de Patrick Manoukian, Meudon, 1949, Estudió derecho y ciencias políticas antes de ser periodista del Figaro, entre otros medios y editor de libros de viaje Es, sobre todo, viajero desde los 18 años.
Además de Yeruldelgger (premio SNCF de novela negra en 2014), y teniendo también como protagonista al comisario mongol, ha publicadoLes temps sauvages. Paris: Albin Michel, 2015.
Las pesquisas sobre la pequeña pasan por la búsqueda de sus padres, unos turistas que nunca salieron del país. Todo indica que la muerte de la niña fue consecuencia de una atropello con un quad que alguien quiso dejar en secreto.
El caso de los chinos parece más complicado, una banda de ultranacionalistas mongoles nazis tiene todo los números para ser considerada culpable, pero la intervención extemporánea de la embajada de la todopoderosa China dificulta las investigaciones y el jefe de Yeruldelgger, que se hace llamar Mickey y al que nadie respeta en la comisaría, aunque casi todos lo teman, quiere acabar con el caso por la vía rápida. Por si fuera poco, la hija adolescente de Yeruldelgger, Saraa es la coartada del principal sospechoso, Adolf, el líder de la banda: Saraa jura que ha pasado la noche de la hecatombe con él, sexo, drogas y alcohol.
Yeruldelgger es apartado del caso por su jefe, alegando las muchas implicaciones personales del comisario y porque sus métodos con los testigos son sanguinariamente expeditivos.
Pero las órdenes de un petimetre corrupto no son algo que preocupe a un buen policía: envía a Oyún tras la pista de los neonazis mongoles y al rescate de su hija y él comienza la caza del atropellador de la niña.
Ambos casos van mostrando puntos en común: siguiendo los puntos aparece la efigie de uno de los magnates más poderosos de Mongolia, Erdenbat. El suegro de Yeruldelgger. Pero para enfrentarse a tamaño enemigo el comisario debe dejar atrás todo el lastre del trágico pasado que le provoca el dolor, la cólera y la desesperanza que le aniquilan las fuerzas. Encontrarse a sí mismo le obliga a un retiro debido al que vuelve a desamparar a sus compañeros y a sus seres queridos. Su enemigo es más poderoso de lo que él cree: tal vez para cuando consiga recomponer su figura heroica ya sea demasiado tarde para todos los que ama.
Ian Manook ha construido en Yeruldelgger una gesta exótica con elementos del western. Yeruldelgger es un héroe que ha ido más allá de lo razonable en el cumplimiento de su deber. Esta desmesura lleva implícita una venganza psicológica: el dolor anula su capacidad policial y le hace incapaz de expresar sus sentimientos. Hasta aquí los elementos de cualquier carácter heroico. Yeruldelgger tiene la capacidad de redimirse, de volver a la tradición que lo forjó e hizo de él el hombre que es. Y digo el hombre porque los valores masculinos son los que dominan esta historia si estamos dispuestos a admitir que la capacidad de vengarse con violencia, a lo Peckinpah, la glorificación de la fuerza muscular (no espere que aparezca aquí ningún juez, ni fiscal, ni -por supuesto- abogado) y la capacidad de aguantar el dolor físico y psíquico son las características de la hombría.
Yeruldelgger cabalga (literalmente) por las estepas mongoles y se arrastra con pesar por las destrozadas calles de Ulan Bator. Son el espejo paisajístico de los dos tipos de personajes que aparecen en la novela. Por un lado los espíritus nobles que todavía viven en la tradición, personajes que viven en comunión con la naturaleza y sus fuerzas ocultas. Por otro lado, están los enemigos que han renunciado a la pureza ancestral, han perdido su identidad y se dejan llevar por la necesidad de conseguir dinero y poder. Son los creadores de la violencia ente iguales, de la explotación, de la corrupción: de la nueva Mongolia en ruinas.
Todavía hay un tercer grupo que engloba a todos los ignorantes y miedosos que contribuyen a la decadencia contemporánea pero en los que todavía se puede avivar el rescoldo de la unidad con los antepasados y con la historia natural.
La epopeya de Yeruldelgger es un canto conservador en el sentido de que aboga por conservar los valores tradicionales mongoles remarcando sus partes positivas y armoniosas.
El narrador muestra lo que considera los aspectos más llamativos de la cultura mongol para un occidental introduciéndolos sin brusquedad, sin que parezca una guía de viaje, creando un ambiente que explique las acciones de sus personajes y, por otro lado, propone un juego posmoderno en el que explica la deformidad con que la sociedad mongol ha retraducido lugares comunes de la historia contemporánea occidental: la manera en que han vaciado de contenido los terribles símbolos fascistas es una de los guiños más estremecedores de la novela.
El final abierto de la novela presagia nuevas cabalgadas de Yeruldelgger, todavía hay muchos cabos que atar y villanos a los que dar su merecido.
Además de Yeruldelgger (premio SNCF de novela negra en 2014), y teniendo también como protagonista al comisario mongol, ha publicadoLes temps sauvages. Paris: Albin Michel, 2015.
Con que la novela sea tan interesante como la reseña estaré satisfecho!!
ResponderEliminarGracias, Miguel. Ya me dirás que te parece la novela
ResponderEliminarLo apunto. Me resulta muy exótico que esté ambientada en Ulan Bator y la trama parece muy interesante.
ResponderEliminarUn abrazo.
Espero que te guste, Rosa. Son los nuevos aires de la novela negra
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